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“La agitación”, Héctor Jacinto Gómez: transformar el horror en ficción

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La expectativa que genera la lectura de una primera novela, sobre todo si conocemos a su autor, suele estar condicionada por las ideas que nos hemos formado de sus escritos anteriores, preferencias literarias y hasta personalidad. Después, cuando iniciamos su lectura, casi siempre descubrimos cuán erradas eran nuestras presunciones. Fue lo primero que pensé cuando comencé a leer ‘La agitación’ (Azul Francia, 2020), el debut literario del narrador y guionista argentino Héctor Jacinto Gómez (Morón, 1966). Dueño de una fina ironía, con una tendencia a la parodia que ha quedado plasmada en libretos de cine y televisión, me atrevo a afirmar que el libro de Gómez ha agarrado fuera de lugar a muchos que lo conocen. No es que esté exento del humor que caracteriza al autor, sino que su trama gira en torno a un tema muy serio: el abuso infantil. El dramatismo se acentúa aún más cuando nos enteramos de que la historia tiene su origen en un hecho que el escritor conoció de primera mano.

Siempre pensé que debutarías con una historia rabelaiseana, al estilo del Vonnegut de ‘Desayuno de campeones’. ¿Por qué te has decidido por un tema tan fuerte?

Estaba escribiendo una novela con toques de humor cuando un amigo de muchos años me habló del abuso que había sufrido a lo largo de su infancia. Decidió contármelo un día en que se encontró con su vecino pedófilo, cara a cara, caminando por la calle. Habían pasado cuarenta años y el asco, el terror y la furia que sentía estaban intactos en su recuerdo. Así empecé a escribir la novela, con el disparador de un abuso que utilicé para imaginar, modificar y recrear. Transformé todo ese horror en una obra de ficción, que es la tarea del escritor. Cuando llegó el momento de publicarlas, presenté las dos novelas y las mandé a cuanto concurso aparecía. A la Editorial Azul Francia le interesó más la historia inspirada en la experiencia de mi amigo.

‘La agitación’ es una novela de aprendizaje donde se cuenta la trayectoria de un hombre gay. ¿Qué opinión te merece el término “literatura queer”? ¿Endilgarle un rótulo no es otra forma de contribuir a su marginalización?

Creo que los rótulos solo sirven para enmarcar un libro a la hora de venderlo. Es una tarea posterior a la escritura. Un trabajo editorial, de marketing. Solo sirve para colocar el libro en un estante u otro de la librería. Lejos de marginar, el rótulo de “novela gay o queer” puede hacer que un libro se venda más. Pienso que existe una demanda, tanto en la literatura como en el cine o la televisión, de consumir historias que rompen las normas establecidas, que interpelan nuestros conceptos de “normalidad” y tienen un componente transgresor. Para eso el mundo de las minorías sexuales es ideal.

Las descripciones del encierro de Polaquito en su casa, hostigado por su acosador, tienen el sello de la literatura y el cine de terror. ¿Hasta qué punto estás en deuda con ese género?

Tenía seis años cuando le pedía a mi mamá que me dejara quedar hasta la medianoche viendo en la tele un ciclo de películas de horror llamado ‘Viaje a lo inesperado’. Ahí conocí a los maestros Vincent Price, Boris Karloff, Peter Cushing. Todos los monstruos y villanos del horror los descubrí en esas películas. Y el amor siguió hasta el día de hoy. Admiro mucho a John Carpenter, Tobe Hooper y Tom Holland; me gustan las películas de Wes Craven y entre los directores actuales mis favoritos son Ari Aster y David Robert Mitchell. Y en la literatura tuve un gran maestro. A los catorce años leí ‘Cementerio de animales’. Ese fue el inicio de una gran amistad. Desde entonces Stephen King y yo hemos recorrido un largo camino.

Más allá de su fama, ¿crees que es un buen escritor?

A King le agradezco sus historias, pero mucho más su contribución a la formación de nuevos lectores. Los que estábamos ahí cuando él comenzó a publicar ‘Carrie’, ‘El resplandor’ o ‘La zona muerta’, nos deleitábamos con aquellos prólogos donde sugería la lectura de Poe, Lovecraft, Shelley o Stoker. Muchos de mis gustos y preferencias literarias se las debo a esos prólogos de King que fueron guiando mis lecturas. Me acompañó casi hasta los veinticinco años y cuando crecí dejé de leerlo. A estas alturas ya ni sé cuántos libros tiene publicados. Probablemente ni él mismo lo sepa. Pero es como un tío muy querido que sabés que está ahí aunque ya no lo visitas.

Tu novela tiene una estructura no lineal, con marcados saltos en el tiempo y el espacio. ¿Reconoces la influencia de algún escritor en particular? ¿Con qué autores te identificas?

Es muy difícil mencionar alguna influencia porque cuando uno se sienta a escribir descubre que está todo y nada de lo que leyó a lo largo de los años. Me gustan muchos autores contemporáneos -Ian McEwan, Jeffrey Eugenides, Agota Kristof- y claro, los grandes exponentes de la literatura satírica: Apuleyo, Cervantes, Sterne, Fielding y Swift; pero no son más que elegidos a la hora de invertir en un libro. Sería un papelón si te digo que vas a encontrar alguna influencia de esas bestias en mis páginas.

El comienzo de la pandemia no solo coincidió con la salida de tu libro, sino que ahuyentaste la soledad creando un espacio digital de entrevistas a escritores. ¿Qué novelas argentinas publicadas en la última década recomendarías?

Argentina tiene una gran tradición literaria. Ya llevamos algo más de dos siglos de grandes escritores. Las charlas digitales y la producción de un ciclo televisivo de literatura argentina -trabajo para el Canal de la Ciudad en Buenos Aires- me llevó a leer muchos autores actuales. Puedo nombrar a varios de la última década y siempre voy a quedar muy mal con el resto: Daniel Guebel y ‘Un crimen japonés’; Roque Larraquy y ‘La telepatía nacional’; Miguel Sardegna con ‘Los años tristes de Kawabata’; Agustina Bazterrica con ‘Cadáver exquisito’; Luis Mey y sus ‘Brujas de Carupá’; Mariano Quirós con ‘Una casa junto al Tragadero’; Mariana Travacio y ‘Como si existiese el perdón’; Matías Bragagnolo con ‘El destino de las cosas últimas’; Sergio Bizzio con ‘Era el cielo’ y Marcelo Rubio con ‘El Cristo roto’. Por último, un autor del que espero más libros: Carlos Busqued, autor de ‘Bajo este sol tremendo’ y ‘Magnetizado’.

¿Puedes contarnos qué estás escribiendo ahora? ¿Acaso esa novela rabelaiseana que estamos esperando?

Terminé hace unos días una suerte de thriller sobrenatural, por inventarle un género, y continúo escribiendo una novela ácida e irónica sobre una chica trans. Lo siento, pero tendrán que seguir esperando por la “novela rabelaiseana”.

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