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"Escritores cubanos exiliados: sesenta reseñas literarias", Entre la opinión crítica y el merecido homenaje

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No exagero si afirmo que pocos conocen la literatura cubana del exilio como Manuel C. Díaz (La Habana, 1942). Al menos no creo que ésta tenga un lector más dedicado. La razón es muy simple: durante más de dos décadas, desde la sección cultural de El Nuevo Herald, Díaz ha reseñado muchos de los títulos que forman parte de lo que ya es un impresionante corpus literario. 

Ahora, para los que quieran tener una visión panorámica de la labor crítica de Díaz, y de la literatura cubana del destierro, Ediciones Universal acaba de publicar Escritores cubanos exiliados: sesenta reseñas literarias, excelente introducción a una literatura que no ha dejado de crecer y enriquecerse con los años, a pesar de las limitaciones propias de su condición desterrada.

¿Cuál fue el criterio que siguió para seleccionar las reseñas que aparecen en el libro? Me imagino que quedaron muchas fuera.

Mi idea inicial era hacer un libro en el que se incluyeran, sin considerar la nacionalidad de los escritores, las reseñas más importantes de las que durante más de veinte años escribí para El Nuevo Herald. Sin embargo, cuando llegó el momento de escogerlas, descubrí que las de los escritores cubanos exiliados eran muchas más de las que yo recordaba y que solo con las de ellos podría hacerse una compilación. Me pareció una idea excelente porque así el libro también podría ser una manera de homenajear a quienes a pesar de haber tenido que desarrollar sus obras en muy difíciles circunstancias, nunca dejaron de reflejar en ellas la angustia de nuestro prolongado y doloroso exilio. Por suerte, no fueron muchas las que debieron quedar fuera.

¿Recuerda cuál fue el primer libro de un escritor cubano que reseñó?

-Creo que fue La fisura, de Reinaldo Bragado, publicado en 1998. Quizás le siguió la novela Sabanalamar, de José Abreu Felippe, publicada en 2002.

En su libro, El sol de los desterrados, el crítico español Claudio Guillén propone dos modelos de escritor exiliado: el ovidiano, centrado en la nostalgia y la lamentación, y el cínico-estoico, que ve en el destierro la oportunidad de diversificar o universalizar su obra. ¿Con cuál de estos modelos asociaría a la literatura cubana escrita fuera de la isla?

Creo que con ninguno de los dos. Pero si tuviese que hacerlo, lo haría con el ovidiano; por lo referente a la nostalgia. Y es que en sus primeros cuentos y novelas, los escritores cubanos exiliados trataban de rescatar del olvido, a través de sus reminiscencias personales, una nación que ya no existía. Añoraban, sí; pero no se lamentaban. Sí, definitivamente, sería el modelo ovidiano. Porque como Ovidio, que murió desterrado en las orillas del mar Negro, los escritores cubanos también han estado muriendo en el destierro: Gastón Baquero en Madrid, Cabrera Infante en Londres y Severo Sarduy en París. Y sin haber podido regresar jamás a Cuba.

Exceptuando a Carlos Alberto Montaner, Guillermo Cabrera Infante y Zoé Valdés, muchos de los autores reseñados en su libro no han recibido la atención que merecen. ¿A qué se debe esto y cuál de esos autores recomendaría?

Es cierto. La mayoría no ha recibido la atención que merecían. Pero también es cierto que eso les ha ocurrido a muchos otros escritores; no solo a los exiliados. Las causas por las que esto ocurre, son varias. En el caso de los escritores que aparecen reseñados en el libro, aunque no han obtenido un reconocimiento internacional, sí lo han tenido en el ámbito de la cultura cubana del exilio. Y algunos, como es el caso de Juan Abreu y José Lorenzo Fuentes, han podido ver sus novelas traducidas a varios idiomas; otros, como las reconocidas poetas Rita Geada y Amelia del Castillo, han obtenido numerosos galardones internacionales.

¿Autores que recomendaría? Serían muchos, entre ellos José Abreu Felippe, por su novela El instante, que forma parte de la pentalogía, El olvido y la calma, un alucinante recorrido de la memoria que rescata la historia de una generación que se hizo adulta entre el deslumbramiento y el desengaño que les provocó la revolución cubana. O a Juan Benemelis, por El miedo al negro, un libro erudito pero accesible que desmantela de una manera contundente las falacias en las que se sustenta la llamada "supremacía blanca". También podría recomendar a Jacobo Machover, por El libro negro del castrismo, en el que se denuncian todos los crímenes de la dictadura cubana: desde los fusilamientos hasta el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, quizás el acto más cruel y cobarde perpetrado por el castrismo.

En su libro se destaca la presencia de varios escritores de la generación del Mariel. ¿Cómo valora a ese grupo dentro de la historia literaria del destierro cubano?

No creo que exista una lista con los nombres de los escritores que integran la llamada generación del Mariel. Al parecer, a nadie se le ha ocurrido confeccionarla. Cuando se habla de ellos, siempre se mencionan los más conocidos. Sin embargo, hay otros que aunque llegaron a través de la flotilla Mariel-Cayo Hueso, no se les asocia (quizás porque nunca reclamaron la membresía) con esa hermandad literaria. En mi libro aparecen reseñados escritores de ambos grupos: los hermanos Abreu (José, Juan y Nicolás), Reinaldo García Ramos, Carlos A. Díaz, Luis de la Paz, Juan F. Benemelis, Manuel Ballagas, Enrique Guillermo Morató, Mirta Ojito y Jorge Posada.

La mayoría de los escritores llegados por el Mariel, salvo contadas excepciones, por la marginación cultural y social en que vivían, nunca pudieron publicar en Cuba. Venían cargados de dolorosas vivencias, traumáticas experiencias y grandes deseos de poder contarlas. Y también venían con una decidida disposición a ocupar un lugar propio en el ámbito cultural del exilio. Su llegada, aun antes de aglutinarse alrededor de la Revista Mariel, de alguna manera cambió para siempre la visión que se tenía de la literatura en el exilio.

En Miami el cierre de las librerías hispanas dejó un enorme vacío. ¿Cómo ve el futuro de la literatura cubana del exilio en la era digital?

Sí, el vacío que dejó el cierre de las librerías hispanas fue enorme. Primero cerró sus puertas la librería Universal, tan vinculada al exilio cubano. Le siguió La Moderna Poesía, más orientada a la docencia. Y la última fue Altamira, moderna y sofisticada, pero que no logró sobrevivir. Pero la industria editorial está cambiando y el libro impreso cede paso a nuevos soportes digitales que facilitan la autoedición, algo que muchos escritores cubanos exiliados han estado haciendo desde hace ya algún tiempo. Y no solo eso, sino que después de poner sus libros a la venta en Amazon los están dando a conocer a través de revistas digitales especializadas, en sus propios blogs y en grupos de Facebook sobre temas cubanos.

El futuro de la literatura cubana del exilio está asegurado. Y es que, en papel o en pantalla, sus narradores y poetas seguirán, como hasta ahora, haciendo lo que mejor saben hacer: escribir.

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